Macandri.

La espesa noche cobija la ciudad,
Arropa un manto blanco las calles,
Sus alaridos de entre los arbustos se escuchaban,
Normal era ya el devenir de sus pesares.

Exclama un grito despavorido,
Una incesante voz pidiendo rescate,
Clama la inalcanzable libertad de sus penas,
Desea, nada más, que alguien la adore.

Paso a paso avanza la herida de dolores,
Encontrando siempre un fallido intento,
Al buscar alguien que escuche su lamento,
La duda abruma, el futuro es incierto.

El penetrante silencio irrumpe sus oídos,
Trae consigo el eterno sufrimiento,
Corroe su espíritu mientras se abre camino en ella,
Su corazón ya sueña con terminar esa triste escena.

La desesperanza envuelve su mente,
Ya nadie atenderá a su pedido,
Ahora que ya todo parece perdido,
Sólo le queda retornar por la última senda.

Viste ahora la oscuridad su cuerpo,
Apresada yace en su nuevo hogar,
Las fuerzas agotadas están,
A ese lugar no quiere regresar.
Macandri, en el mundo de los penitentes recordada serás…


En nuestros corazones.



Marcado está el fin de los seres,

Cuando el inesperado momento llegue,

En que la ventana del alma se cierre,

Cuando en nuestros corazones la música cese.


Tu hermosa vida entregaste por muchos,

Cultivaste cada día las semillas de tu vientre,

En su largo crecimiento a tus frutos acompañaste,

En nuestros corazones eres valerosa y amorosa madre.


Tu preciosa cabellera plateada me habla de tu sabiduría,

La armadura de tu cuerpo me enseña tus hazañas,

Tus pies el recorrido de los años dorados,

En nuestros corazones permanecen tus consejos sabios.


Angostas son las brechas de la vida,

En dolor y tormenta tornó tu partida,

Mas con cálido amor forjaste tu camino,

En nuestros corazones victoriosa has sido.


Gratos recuerdos perduran en nuestra mente,

Cuando las bellas palabras compartíamos contigo,

Cuando tus abrazos de bondad acariciaban nuestras tristezas,

En nuestros corazones reside tu amor.


El rey de gloria te ha llamado, oh princesa,

Su llamado acudiste, oh fiel sierva,

Habitas ahora en el maravilloso gozo de tu señor,

Alegría hay en nuestros corazones hoy.


En nuestros corazones te recordamos hoy,

En nuestros corazones te llevamos con pasión,

En nuestros corazones estará ella,

En nuestros corazones siempre será nuestra Chabela.

Merecida melancolía


Quebrantado está mi corazón,

Quebrantado al saber que no sigues aquí,

Quebrantado de no poderte dar mi canción,

Aquella de sincera amistad y sublime perdón.


Profanada está mi realidad,

Profanada al aceptar tu ausencia,

Profanada por los bellos recuerdos,

Sin esperanza quedo envuelto.


Déjame tenerte en mis brazos,

Déjame expresarte lo inexpresable,

Déjame volver atrás en el tiempo,

Así podré decirte todo lo que siento.


Mi alma atormentada no suspira más,

Mi alma abatida y herida persiste,

Mi alma que presa ante el augurio está,

Clama desesperante un consuelo,

Consuelo que con solo verte cesará.


Me abstengo a creer que te puedo olvidar,

Castigo irremediable obtengo por esta indolencia,

Tan solo desea mi pobre corazón verte,

Unos pocos minutos serían suficientes,

Para dar cura a mi triste corazón,

Que añora tus abrazos, tus palabras, tu voz.


Te extraño, desesperado te busco,

Desde el fondo de mi alma para ti, mártir del Ebelos.

Rásgame lo incierto.



Quiero tenerte junto a mis veredas,
Aquellas cuyos narcisos aclaman tu nombre,
Y que en el claro oscuro de la noche,
Lleves contigo las fuertes penas.

Cruel delirio es no estar contigo,
Dulce agonía esperarte,
Sigo pensando cómo encontrarte,
Y juntos dar muerte al olvido.

En vela están mis sueños,
El terror nocturno de la partida,
Pasa los días empedernida,
Ella que turbada arraiga afectos.

Perpetuos los raudos momentos,
Espejismos del pasado,
Revélame esto que extraño,
Que rasgados sean los inciertos.

Más allá de lo eterno,
Más acá en lo ambiguo,
Donde el enigma se desata,
Donde la realidad es patente.

Allí te encontraré, amada joya,
Solo espera que la niebla disipe,
Quedará todo sin ahínque,
Nuestros sueños no tendrán derrota.

La miel carmesí será nuestra confidente,
Confidente del amor eterno de un jovial corazón,
Torpezas de una dulzura demente,
Que los tamboriles desaforados ardan en pasión.


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Al de pies dorados.



A ti oh valiente caballero,

Que luchando la buena batalla ganaste esplendor,

Elevo a tus pies esta oda, fiel vencedor,

Brota ella de mi ser con mucho honor.


Arduas luchas reñiste,

Valerosas fueron tus obras,

Que aún las hordas empecinando tu muerte,

Conquistaste cada una de tus glorias.


Por pedregosas sendas calzó tu gozo,

Tu dichosa vida entregaste por amor,

El de pies dorados, te llaman mis ojos,

Pues tu camino recorriste,

No importó el dolor.


Saeta de fuego que corre de día,

Abrasado fuiste por llama incandescente,

Emergieron de tu árido cuerpo cenizas,

Renaciste, te cubriste de victoria.


Cae devota ante tus hazañas,

Incomparables éstas de contar,

Ayudadme oh memorias a levantar en pedestal,

Al inmortal guerrero que supo triunfar.


Perdurará por siempre,

Vivo y sempiterno tu recuerdo,

Proclamando en mis pensamientos,

Al campeador que en mi creo alguien nuevo.

Garreck Chellei Uxandae.


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Enajenación

Sentimientos cruzados,
Sentimientos cargados,
Difícil éstos de ser exorcizados,
Aún más si son recordados,
Aquellos que en el reflejo del lago,
Bellos eran y daban descanso,
Descanso dio el lago al apasionado...




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Cuando lo aparente torna evidente I: separación reencontrada.



A escala de grises hiciste tu entrada,
Se vislumbraba en ti pequeño rastro de timidez,
Mas las cristalinas mieles robaron el protagonismo,
Entorpeciendo dulcemente las miradas de los inadvertidos.

Con inocente astucia,
Cual zorra en busca de uvas,
Arremetiste en mi vida cambiando todo,
Llevando cautiva y volitiva a mi alma,
Que aceptó la sólida aventura como el metal.

Mas lo aparente se hizo evidente,
Triste sollozó mi cuerpo al perderte,
Y con cólera maldije a quien nos separó.
Evidente fue, que, como daga destruyó cada lazo,
Fortuitamente logró su cometido.

Con sonrisa maliciosa,
Ver cada unión desplomada,
Fue deleite a sus deseos,
Engañosos éstos que ciegan la verdad.

Victoria segura a quien te llevó consigo,
Dejando las dolorosas palpitaciones,
Que al añorar tú recuerdo,
Punzaban hasta anular las fuerzas.

En milenios tornaron mis días,
Hasta que llegó la esperanza,
Esperanza de radiantes soles,
Iluminando al nublado,
Todo era ya claro.

Los lentes internos percibieron colores,
Que en tonos grisáceos se convierten,
Y como sueño iluminado,
Este tiempo me fue revelado,
Cuando nuestras voces se volverían a rozar,
Y ahora que contigo puedo estar
Solo deseo que ésto de a perdurar.
Eterna e inmutable nuestra amistad.

Olzian Tëdrishca.



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